La ciencia desde el Macuiltépetl
Manuel Martínez Morales
Estimados candidatos a la Presidencia de la República:
Considerando que la ciencia y la tecnología son factores de primer orden para el desarrollo económico de una nación, y que además constituyen elementos indisolubles de la cultura de nuestro tiempo, indispensables para que todo ciudadano sea contemporáneo del mundo presente; y considerando el supuesto interés (aunque no estoy muy convencido que sea genuino) que ustedes han manifestado por apoyar vigorosamente el desarrollo científico y tecnológico, si el pueblo los favorece con su voto, me atrevo a compartir con ustedes la siguiente reflexión sobre el tema.
Lo primero es responder a la pregunta: ¿ciencia para qué? Para lo cual es necesario plasmar un programa nacional de desarrollo científico y tecnológico que ofrezca una respuesta a la pregunta. También, la ciencia y la técnica deben ocupar un lugar prioritario en el presupuesto nacional. Durante los últimos treinta años, el gasto en ciencia y tecnología no ha pasado del medio punto porcentual del PIB; para ser más exactos, es de alrededor de 0.35 por ciento, en tanto que en otros países latinoamericanos es del orden del 3 o 4 por ciento, y en los países “desarrollados” puede alcanzar hasta el 8 por ciento del PIB. En los últimos tres sexenios se ha proclamado como objetivo el que la inversión en ciencia y tecnología alcance el 1 por ciento del PIB.
Suponiendo que se incrementa la asignación presupuestal para ciencia y tecnología, el siguiente paso es cómo han de asignarse los recursos. La respuesta es sencilla: repartirlo en dos rubros esenciales: (1) ciencia básica y (2) desarrollo tecnológico. Por ciencia básica debe entenderse el cultivo libre de todas las disciplinas, desde las matemáticas y las ciencias naturales, hasta las ciencias sociales y las humanidades, pues éstas últimas dan el sustento –histórico y axiológico- necesario para orientar las aplicaciones concretas y el desarrollo tecnológico.
En cuanto al desarrollo tecnológico, éste debe estar estrechamente vinculado a las necesidades regionales y nacionales de desarrollo económico, buscando fortalecer los centros ya existentes, como el Instituto de Investigaciones Eléctricas y el Instituto de Investigaciones Nucleares, asociados a la CFE; y el Instituto Mexicano del Petróleo, vinculado a PEMEX. También habría que brindar mayor apoyo a todos los otros centros de investigación descentralizados y crear algunos otros, buscando que sus objetivos se orienten, principalmente, hacia la solución de problemas concretos. Asociado a esto, y a partir de la identificación de problemas regionales concretos (contaminación ambiental, desarrollo industrial, cambio climático, salud pública, producción agropecuaria, etcétera), podrían integrarse centros de investigación virtuales, y temporales, para analizar y proponer soluciones a estos problemas, con los recursos ya existentes y sin necesidad de crear nuevas estructuras, centros o dependencias.
Complementariamente, deben establecerse programas para la formación de científicos y técnicos de alto nivel con objetivos bien definidos y pertinentes para evitar que –como ocurre en el presente- se formen estos cuadros y luego no encuentren acomodo laboral, lo cual los empuja a emigrar del país o a trabajar en puestos en los cuales no aplican aquello para lo cual fueron formados.
Creo que el Estado podría, sin mucha dificultad, hacerse de los recursos necesarios para destinarlos a la ciencia y al desarrollo tecnológico. Si se impusiera un impuesto de uno por ciento en la venta de bebidas alcohólicas podría tenerse un buen ingreso para destinarlo a la ciencia. Creo que una caguama cuesta entre 20 y 30 pesos. De tal manera que cada sábado, a la hora de la botana, acrecentaríamos la mexicana alegría al sentir que contribuimos a la ciencia cada vez que consumimos una caguama pues, de lo que pagamos por ésta, de veinte a treinta centavos se destinarían al fondo para el desarrollo científico. Nuestra sana alegría será mayor si compartimos una botella de tequila, digamos de 300 pesos, pues estaríamos cooperando con 3 pesotes para bien de la ciencia nacional.
Resumiendo, habría que considerar puntos como los siguientes:
Elaboración de un programa nacional para el desarrollo científico y tecnológico con la participación de científicos y sus sociedades, las universidades públicas, dependencias públicas, representantes de empresas, públicas y privadas, así como de asociaciones ciudadanas.
Aumento del presupuesto asignado a la ciencia y la tecnología, al menos hasta alcanzar el 1 por ciento del PIB.
Asignación y distribución de recursos por vías menos burocráticas que las actualmente existentes, flexibilizando y agilizando el flujo de recursos.
Fortalecimiento de universidades y centros de investigación descentralizados, y la creación de centros de investigación virtuales conformados a partir de la necesidad de resolver problemas regionales.
Me olvidaba que esta es una carta imaginada para candidatos imaginarios. Pero… soñar no cuesta nada.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.
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