Manuel Martínez Morales
Nadie es suficientemente idiota como para no hallar soporte bibliográfico a lo que quiere decir. Mark Twain
Nada hay más conveniente cuando uno busca la forma de expresar una idea -que aún no se muestra con claridad suficiente para traducirla en palabras- que el encuentro afortunado con un libro o un ensayo, obra de algún reconocido autor, que sirva de soporte (enmascarado plagio, tal vez) a lo que se quiere decir.
Es así como llegó a mis manos, en el momento preciso, el libro de Marcelino Cereijido -reconocido investigador y divulgador de la ciencia- “La ciencia como calamidad; un ensayo sobre el analfabetismo científico y sus efectos” (Gedisa, 2009).
Y, bendita casualidad, ahí encontré expresadas en forma clara y magistral algunas ideas que yo quería expresar, pero que la falta de oficio o la simple indolencia me impedían conseguir. Conste que no estoy plagiando las ideas de Cereijido; mi conciencia es testigo que las mismas ideas surgieron en mi mente independientemente, antes de leer el susodicho libro, sólo que éste me ahorra la laboriosa tarea de expresarlas a partir de mi propio esfuerzo…
Al grano. El libro de Cereijido trata de demostrar que “en nuestros días la distribución desigual de la ciencia moderna entre los pueblos de la Tierra nos ha colocado al borde de la extinción”. Para lo cual establece la premisa de que la ciencia contemporánea se ha constituido en un elemento indispensable de la supervivencia. Entendiendo que la ciencia es una máquina voraz que se alimenta de ignorancia y la transforma en conocimiento.
El choque entre el Primer Mundo y el Tercer Mundo –asegura Cereijido- amenaza borrar ¡a ambos! del mapa; pues “la diferencia entre la cantidad y calidad de conocimiento entre dos personas, empresas, o países desencadena inevitablemente procesos por los cuales el más poderoso toma como ‘medio’ a quien no lo posee, se trate del médico que vivirá de curar pacientes, de electricistas que vivirá de subsanar apagones, maestros que vivirán de la docencia, potencias que vendrán a tomar nuestro petróleo, cobre, cacao, fuentes hídricas, mujeres guapas, órganos de nuestros niños para trasplantar. Es en este sentido que la ciencia moderna desencadena uno de los procesos más terribles por el cual el Primer Mundo toma como ‘medio’ al Tercer Mundo.”
En su libro, Marcelino Cereijido se concentra en cómo hizo el Primer Mundo para conseguir desarrollar su ciencia moderna y cómo fue fallando el Tercer Mundo en desarrollar la suya. Pero es muy claro en cuanto a que no se debe tener la impresión de que ambos mundos fueran “analogables a dos corredores olímpicos que, simplemente, corren a distinta velocidad, pero no aplican trucos sucios para demorar al contrincante… El colonialismo siempre ha impedido el desarrollo del conocimiento y la tecnología del dominado.”
En resumen, Cereijido sostiene que el analfabetismo científico prevaleciente en los países subordinados –como México- ha sido fomentado intencionalmente por las naciones dominantes como una forma de asegurar su hegemonía económica, política y militar. Dice que incluso nuestros estudiosos y escritores más distinguidos participan en el oscurecimiento de la mente de sus compatriotas del Tercer Mundo.
La interfase entre el conocimiento del Primer Mundo y el del Tercero suelen ser “universidades” que no son tales, líderes empresariales que prometen que si llegan a ganar la elección, fragmentarán las universidades de su patria tal como les ordenó alguna agencia financiera internacional, funcionarios amaestrados para ocupar cargos directivos en la ciencia de su país para desbaratar desde ahí cualquier esfuerzo que intente pasar de la investigación a la ciencia o, llegado el caso, directamente persuadir a las fuerzas armadas que las rompan con fuerza bruta. Esta interfase –continúa Cereijido- también incluye a líderes sindicales que pactan con los administrativos de un centro de estudios cómo habrán de realizarse los proyectos científicos que están a años luz de entender, y así destruyen la infraestructura del lugar.
Cereijido propone acciones para combatir el analfabetismo científico, como son el fortalecimiento de la enseñanza de la ciencia en todos los niveles educativos, la organización de centros científicos virtuales dirigidos a resolver problemas regionales o nacionales, la difusión y divulgación de la ciencia, mismas que expone ampliamente en su libro.
Por cierto, el doctor Marcelino Cereijido estará presente, en el mes de mayo, en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU 2011) -invitado por la revista La Ciencia y el Hombre de la Universidad Veracruzana- donde impartirá la conferencia “Cultura Mexicana: Cognitivamente ineficiente y moralmente deplorable”.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.
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