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Cambio climático: otra perspectiva

Actualizado: 19 abr 2022

Manuel Martínez Morales

Se hace costumbre que los gobiernos culpen al cambio climático por los desastres que sufren sus países, cuando en buena parte se debe a la falta de políticas para cuidar el medio ambiente y a la negligencia oficial. Iván Restrepo

El cambio climático y sus efectos es ya un tema de discusión generalizado, dando lugar a numerosos estudios –locales y globales- a partir de los cuales se intenta formular estrategias para enfrentar sus consecuencias. Pero todo parece indicar que hay una falta de voluntad de los actores principales –los estados nacionales y las grandes corporaciones, que a su vez son los principales responsables del problema- por llegar a la raíz del fenómeno.

Los efectos devastadores del cambio climático se empiezan a expresar en forma cada vez más cruenta y recurrente a escala mundial. Hace unos días, el ministerio de Emergencias de Rusia informó sobre la muerte de decenas de personas en los incendios que se han desatado en la parte central de ese país, que son atribuidos por las autoridades de Moscú a la más dura ola de calor en décadas, atribuible a los efectos del cambio climático global.

La proliferación de desastres naturales relacionados con el calentamiento global que afecta al planeta pone de relieve la urgencia de lograr consensos gubernamentales sólidos y significativos en materia ambiental –señala el editorial de un diario de circulación nacional. Sin embargo, el fracaso de la pasada cumbre sobre cambio climático celebrada en Copenhague, Dinamarca –que concitó muchas esperanzas y concluyó sin compromisos ni medidas vinculantes–, ha exhibido de nueva cuenta una persistente falta de voluntad de los países industrializados –con Estados Unidos a la cabeza– para cumplir con su responsabilidad de frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes, a decir de la mayor parte de la comunidad científica internacional, del calentamiento global.

Paradójicamente, dice la especialista Silvia Ribeiro, hablar de cambio climático es caer en la trampa de quienes lo han provocado: invita a pensar en un cambio paulatino, natural y frente al cual no queda más que tratar de adaptarnos o mitigar sus efectos. “Nosotros preferimos hablar de crisis climática, provocada por un modelo de sociedad que ha decidido ‘quemar’ el planeta para que algunos disfruten poco de un estilo de vida que también de manera perversa han dado en llamar desarrollado”, afirma el editorial de “Crisis climática, falsos remedios y soluciones verdaderas”, compendio editado por la revista Biodiversidad, sustento y culturas, con el Movimiento Mundial de Bosques y Amigos de la Tierra.

La crisis climática es una consecuencia de la civilización petrolera, con gravísimos impactos sociales y ambientales. El tema está plagado de trampas conceptuales, intentando que no reconozcamos las causas reales o los remedios falsos propuestos por quienes causan los problemas para seguir sacando ganancias aunque la crisis empeore. (S. Ribeiro: “Crisis climática y destrucción programada de bosques”, La Jornada, 17/07/10)

A esta falta de disposición se suma la aplicación de meros paliativos, que en nada ayudan a revertir el fenómeno. Un ejemplo de ello es el anuncio, realizado por la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de entregar una primera parte de los fondos de adaptación ante el calentamiento global –unos 21.8 millones de dólares– a Nicaragua, Senegal, Islas Salomón y el propio Pakistán. El mensaje insoslayable detrás de esta medida es que se prefiere preparar a las naciones vulnerables ante los efectos del cambio climático en vez de combatir sus causas originarias.

La consideración anterior es consecuente con la tendencia de los gobiernos poderosos a presionar a las naciones menos desarrolladas para obligarlas a cargar con el peso de la contaminación mundial. Tales actitudes se explican como parte del empeño de los principales causantes del cambio climático en defender el actual modelo de derroche energético y preservar la irracionalidad y el carácter depredador de la economía en su presente configuración internacional, que privilegia la ganancia monetaria sobre toda otra consideración, incluida la viabilidad y la supervivencia de la especie.

Por fortuna, en años recientes el mundo ha asistido a la configuración y articulación de visiones alternativas en materia del cambio climático, que abogan por la atención de las causas estructurales de la crisis ambiental que se desarrolla en la actualidad, empezando por la sobrexplotación y mercantilización de los recursos naturales. Esas expresiones, que recién encontraron un punto de encuentro durante la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático que se celebró en Cochabamba, Bolivia, en abril pasado, constituyen un factor de esperanza y de posibles soluciones frente a la política ambiental que ha dominado hasta ahora a escala internacional, y con resultados desastrosos, según puede apreciarse.

Hay que reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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