Manuel Martínez Morales
Una canción de Jorge Drexler dice que hay que “amar la trama más que el desenlace”. Análogamente, podría decirse que, en un viaje, la atención y el disfrute del trayecto cuentan tanto, o más, que la llegada al punto de destino; advertencia que debemos tomar muy en cuenta quienes estamos involucrados en procesos de enseñanza-aprendizaje de las ciencias. Se insiste mucho en las metas, objetivos y productos de los “programas” educativos, dejándose de lado el proceso formativo mismo que, en el caso de la enseñanza-aprendizaje de alguna ciencia, es fundamental. Pues la formación de científicos se orienta –o debiera orientarse- hacia la adopción paulatina, por el educando, de un conjunto de actitudes y valoraciones, sobre las que descansan las competencias y habilidades esenciales al quehacer de la ciencia, llevando eventualmente al desarrollo de un estilo propio en el aprendiz. Actitudes, valoraciones y estilo que sólo se adquieren a través de un proceso vivo y práctico, como en un taller de carpintería, bajo la supervisión del “maistro”.
El proceso de enseñanza-aprendizaje debe contemplarse como una lenta elaboración interna (“slow is beautiful”) de asimilación conceptual, práctica e intuitiva, de la experiencia educativa por parte del aprendiz, en interacción constante con el profesor.
Entre las actitudes y valores que debe interiorizar un estudiante de ciencias, se encuentran el rechazo al principio de autoridad como garante de verdad y la búsqueda de ésta -mediante los métodos y principios de la indagación científica- con compromiso y responsabilidad. Debe aceptarse un enunciado, teórico o fáctico, como verdadero solamente si está sustentado en evidencia empírica o teórica, sujeta a los procedimientos metódicos y epistemológicos establecidos por la praxis científica.
El compromiso con la verdad no se restringe al reducido espacio de la investigación científica, sino que debiera ser una constante en nuestra vida social, bajo la forma de verdad moral. Adquirir este compromiso con la verdad no es nada fácil, pues a veces la verdad nos asusta.
En una de sus obras más significativas, El Valor de la Ciencia, Henri Poincaré afirma que la búsqueda de la verdad debería ser la meta de nuestras actividades como científicos, y que es el único fin digno de ellas. Cuando hablo de la verdad -agrega Poincaré- me refiero en primer lugar a la verdad científica, pero también me refiero a la verdad moral, de la que eso que llamamos justicia es sólo un aspecto; no puedo separarlas, y quienquiera que ame la una no puede evitar amar a la otra. Para encontrar la una, como para encontrar la otra, es necesario liberar por completo el alma del prejuicio y de la pasión; es necesario alcanzar la sinceridad absoluta… Aquellos que temen una, también temen la otra; porque son quienes se preocupan sobre todo por las consecuencias personales que el afirmar la verdad les traería. Equiparo las dos verdades, porque las mismas razones nos hacen amarlas y las mismas razones nos hacen temerlas -concluye Poincaré.
El estudiante de ciencias debe rechazar en todo momento el principio de autoridad como garante de verdad y convencerse que, mediante los métodos de verificación de las ciencias y las condiciones que la lógica impone, cualquier persona puede llegar a la verdad por sí misma. Una afirmación será verdadera, no porque lo diga el Presidente, el Papa o un Premio Nobel, sino porque corresponde con la realidad y no implica contradicciones, es decir, es consistente.
Amar la trama más que el desenlace… se dice –o se canta- fácil, pero llevarlo a la práctica educativa no lo es tanto; implica romper con los esquemas y moldes de la educación tradicional, orientada sobre todo a formar individuos dóciles y obedientes a la autoridad, sin ofrecerles elementos para ejercer el pensamiento crítico en busca de la verdad. También significaría enfocar la atención en el proceso formativo más que en el “producto”, que casi siempre se traduce en una calificación, en un simple número irrelevante como indicador del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Si mediante los medios de difusión y divulgación de la ciencia se lograra socializar estas actitudes y valores, este compromiso con la verdad, sería más difícil ser engañados, como constantemente se intenta, por parte de mercaderes, políticos y ensotanados.
“…ir y venir, seguir y guiar, dar y tener, entrar y salir de fase, amar la trama más que el desenlace…sin esperar que algo pase…” (Jorge Dexler: La trama y el desenlace)
Hay que reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.
Comments