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Alto al recorte de becas CONACYT

Actualizado: 19 abr 2022

Manuel Martínez Morales*

En el año de 1973 recurrí por primera vez al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) para solicitar una beca con el fin de realizar una maestría al término de mis estudios de licenciatura. En ese entonces, el CONACYT ocupaba un par de modestas oficinas por el rumbo de la Ciudadela en el Distrito Federal. Una de éstas era la oficina del director general y la otra la de su secretaria, una señora de edad madura quien, además de cumplir otras funciones, se encargaba de dar la información sobre los programas de CONACYT. Esa amable señora enteraba a los aspirantes a becas sobre los requisitos necesarios para conseguir el apoyo e informaba acerca de los plazos para la recepción de la documentación. En su momento, ella misma recibía la solicitud y avisaba sobre la fecha en que se darían a conocer los resultados del dictamen.

El director, a su debido tiempo, convocaba a los comités dictaminadores integrados por distinguidos académicos de diversas instituciones educativas y de investigación. En la fecha prevista se daba a conocer el dictamen, y a los beneficiarios de una beca se nos instruía para abrir una cuenta en una sucursal bancaria donde se depositaría mensualmente la beca otorgada. Fui beneficiado con una beca de manutención por el monto de 2,300 pesos mensuales (pesos de 1973) para hacer estudios de maestría que, para un estudiante soltero en la Ciudad de México, era una cantidad suficiente para poder dedicarse de tiempo completo a los estudios de posgrado. Todos los trámites, así como la asignación y cobro de la beca, transcurrían ágil y eficientemente.

Pocos años después el CONACYT se convirtió en un monstruo burocrático, ocupando dos grandes edificios en la Avenida Insurgentes, con un personal que creo que llegaba a más de trescientos empleados. Y, desde luego, la tramitología se complicó proporcionalmente. Hasta la fecha, según estimo conservadoramente, entre el 30 y 40 por ciento del presupuesto del CONACYT se dedica a gastos administrativos y el resto a los programas de apoyo a la investigación y a la formación de investigadores.

Aún con las limitaciones derivadas esta creciente burocratización, y no obstante las diversas críticas que se hacen sobre la operación del CONACYT, esta institución sigue siendo fundamental para la consolidación del desarrollo científico en el país. Sobre todo, en lo referente a la formación de investigadores, a través del programa de becas para la realización de estudios de posgrado –ya sea en el país o en el extranjero- en alguna de las distintas disciplinas científicas.

En estos días, como parte del fabuloso “paquete económico” que el sedicente presidente Felipe Calderón quiere regalarnos a los mexicanos, se anuncia que las becas otorgadas por CONACYT a miles de estudiantes de posgrado -diseminados en el país y en el extranjero- serán recortadas con el fin de contribuir a tapar el gran hoyo financiero que los mismos que nos gobiernan se han encargado de abrir.

Esta reducción en las becas es un atentado contra la educación y la ciencia, tan esenciales en la edificación del país –más próspero y más democrático- que todos queremos. En algunos casos el recorte puede llegar a casi el 50 por ciento del monto original. Según me informa un estudiante de la Universidad Veracruzana, en el caso de un doctorado de nueva creación el monto actual de la beca que es de 9,900 pesos mensuales se reduce a 5,300 pesos.

Es claro que la clase en el poder no está dispuesta a renunciar a ninguna de sus prebendas y privilegios. En el caso del CONACYT, en lugar de reducir la onerosa y poco productiva burocracia y disminuir los salarios y excesivas prestaciones de sus funcionarios, el recorte recae donde más daño hace: en las becas de los jóvenes que habrán de formar, en poco tiempo, los cuadros científicos que tanto necesita el país.

Recuerdo que en otro momento en que también fui becario de CONACYT en el extranjero, el entonces director del Consejo –de cuyo nombre no quiero acordarme- realizó una gira por Europa acompañado por un numeroso séquito, con el supuesto propósito de conocer personalmente y escuchar las necesidades de los becarios. Participe en una de esas reuniones con otros 30 0 40 estudiantes de la región, en la ciudad de Edimburgo, Escocia. El hombre aquel, hospedado con sus acompañantes en el mejor hotel de la ciudad, escuchó nuestras opiniones y peticiones y, como buen político, prometió su atención y solución. De él lo único que supimos es que continuó con su alegre gira de varias semanas que lo llevó hasta Rusia y China, donde también había becarios. Me pregunto, hoy en día a cuanto ascienden los sueldos, prestaciones, compensaciones, bonos y viáticos de la parasitaria burocracia de la ciencia. ¿Qué no podrían empezar los recortes por ahí?

En días pasados, los jóvenes becarios de CONACYT llevaron a cabo en varias ciudades del país –incluyendo Xalapa- marchas y manifestaciones públicas de protesta por el recorte a sus becas. Me solidarizo con ellos, hago mío su reclamo, e invito a mis colegas a hacer lo mismo pues, como los becarios afirman, “…este recorte pone en riesgo la vida académica, la vida de miles de profesionales y el desarrollo de México.”

Hay que reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.


*Investigador de la Facultad de Física e Inteligencia Artificial, Universidad Veracruzana

 
 
 

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